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Una rebelde y un esclavo



A las afueras del bosque, no muy lejos de la base de nuestros amigos, estaba un gran sembradío de algodón. Varias hectáreas de terreno estaban cubiertas de esta planta, que producía varias toneladas del mejor material de la región. Sin embargo, la calidad y pureza de este algodón costaban mano esclava, que atendía los campos y preparaba el producto desde que se cosechaba hasta que se vendían las hilazas.


A pesar de ello, este sembradío no era como la mayoría, ya que los esclavos que lo habitaban vivían en mucho mejores condiciones que otros. Por desgracia, esto no se debía a que su amo fuese más humano. Más bien, era porque habían estado dispuestos a luchar por lograr algunas concesiones y al centro de esa lucha había una chica: Rosa.


Ella estaba tendida en su catre de la cabaña común. Le dolía todo el cuerpo, pero eso no era raro, ya que lo tenía cubierto de cicatrices de latigazos y moretones. Pero para ella eran trofeos, muestras de que no se había dado por vencida y seguía luchando para mejorar la vida de su gente. Y mirando las mantas de lana que los cubrían y teniendo tres comidas pequeñas al día, sabía que habían logrado bastante.


Sin embargo, también sabía que no debían bajar la guardia, ya que a la más pequeña vacilación podían perder todo cuanto habían conseguido. Su padre le había enseñado a luchar por su gente y había cambiado la forma de ver el mundo de los otros esclavos de la plantación, por desgracia, su rebeldía le había salido muy cara. Rosa a menudo visitaba su tumba cuando quería estar sola y recordar cómo había empezado todo aquello.


En ese momento el capataz entró en la cabaña con paso decidido. Era un hombre alto, fuerte y tosco, contratado por el dueño de la plantación para mantenerles en orden. Cuando era pequeña, Rosa le tenía miedo, ahora lo odiaba, porque era el encargado de los castigos físicos y la persona con la que peleaba constantemente por su dignidad y la de su gente.


-Tenemos un nuevo trabajador- dijo el capataz cuando todos estuvieron parados a su alrededor, jalando a su lado a un chico de la edad de Rosa. Era alto y fornido, pero tenía la mirada baja y las manos atadas, en actitud de derrota- explíquenle lo que hay que hacer y denle una cama-


Dicho esto, desato las manos del chico y se marchó, dejándolo parado sin saber qué hacer en el centro de la habitación. Miró a los otros esclavos sin curiosidad, con una mezcla de recelo y lastima en la mirada. Rosa dio un paso hacia él y le preguntó en la voz menos amenazante que pudo, para no asustarlo.


- ¿Cómo te llamas? -


-Me llamo Martin- respondió el chico con un hilo de voz, sin mirarla a la cara.


Rosa hizo una seña a uno de los muchachos, que guio al nuevo a una cama vacía y comenzó a explicarle lo que se hacía ahí. Sin embargo, la chica tenía un mal presentimiento sobre ese chico, su docilidad podría traerles problemas.


Por desgracia no estaba equivocada. Al día siguiente, todos fueron asignados a recoger algodón, que siempre era un proceso largo y tedioso. Bajo los rayos abrazadores del sol, avanzaban en una lenta fila recogiendo la planta y colocándola en sus bolsas, para prepararla después.


Trabajaron toda la mañana con tesón, en silencio y con las frentes sudorosas. Hasta que el sol alcanzo su punto máximo en el cielo, señal de que era hora de comer y descansar por un rato antes de seguir. Todos se detuvieron menos Martin y el capataz fue a ver lo que ocurría.


- ¿Por qué no siguen cosechando? - preguntó con voz de trueno- ¡muévanse! - ordenó.


-Es hora de comer- replicó Rosa, mientras el muchacho más cercano a Martin lo hacía detenerse.


-Es hora de comer- imitó el capataz en tono burlón- ¿y desde cuando ustedes deciden eso? ¡Hagan como el nuevo y vuelvan al trabajo! - añadió tomando un látigo corto con gesto amenazante.


Martin se encogió sobre sí mismo, pero los demás se irguieron tras Rosa en posición de desafío.


-Acordamos con el dueño de la plantación que comeríamos y haríamos una pausa a medio día- explicó la chica sosteniendo la mirada del capataz, a pesar del látigo- y yo no veo a nadie trabajando-


Ante esto el capataz golpeo a la chica con el látigo en la cara, haciendo que los demás esclavos comenzaran a gritar e intentaran rodearlo blandiendo sus herramientas. El hombre dio más latigazos tratando de alejarlos, pero estaba en clara desventaja. Martin por su parte veía la escena aterrado, nunca había visto esclavos rebelarse contra su capataz y estaba corriendo la sangre.


Finalmente, cuando varios esclavos estaban sangrando y el propio capataz tenía un golpe en el brazo causado por una pala, cedió y les gritó que fueran a comer. Pero que si no volvían en media hora los azotaría a todos. Los esclavos ignoraron esa última parte y mientras algunos iban a la cocina a buscar sus raciones, otros comenzaron a limpiar los cortes de los heridos.


Una vez que estuvieron sentados a la sombra, con sus respectivas raciones de comida, Rosa hablo al chico nuevo, había algunas cosas que aclarar.


-Mira Martin, ya sé que eres nuevo, pero hay algunas cosas que debes aprender de como trabajamos aquí- explicó Rosa mientras se sentaba a comer- tenemos que estar unidos, así que, si todos se paran, tú también lo haces-


-Pero el capataz uso el látigo- replicó Martin aún asustado- ¿no sería más fácil solo obedecer? -


-Necesitamos comer- respondió Rosa entre sorprendida e indignada mientras mordía su ración de pan- látigo o no látigo. Además, al estar unidos somos más fuertes y hemos conseguido cosas como estas-


-Pero ¿y si el amo se entera? - preguntó el muchacho con miedo en la mirada- podría irnos aún peor-


-Eres una persona ¿Qué lo olvidaste? - le espetó Rosa mientras una mujer le limpiaba la sangre del labio- y deberían tratarte como tal. Aquí peleamos por eso, y hemos conseguido cosas. Así que si no vas a ayudar al menos no estorbes- añadió con rudeza dando fin a la conversación entre expresiones afirmativas de otros esclavos.


Martin se quedó muy sorprendido, y en las siguientes semanas, pudo ver otras muestras de resistencia por parte de los esclavos. Aunque seguían dándole miedo e iban en contra de todo lo que le habían recomendado hacer, comenzó a darse cuenta de que esos actos les habían valido privilegios que el chico no había visto nunca; como material de curación, tres comidas al día (incluso una caliente) y horas de descanso.


Sentía una profunda admiración por Rosa, quién estaba al centro de todo aquello y coordinaba a los demás, a pesar de ser de su misma edad. La escuchaba maravillado cuando motivaba al grupo y se admiraba cada día más de su coraje y determinación. Además, aunque se desesperaba con él, Rosa era la primera persona con la que se topaba que no lo miraba por encima del hombro, sino de frente, como a un igual.


Sin embargo, sentía que no encajaba, que los demás lo veían con recelo y que era demasiado diferente. Para su desgracia, el amo también se dio cuenta de ello y creyó ver en su nuevo esclavo, la posibilidad de librarse de esa molesta chiquilla.


Llevaba tiempo pensando en hacerlo, pero sabía que venderla o matarla él, generaría una revuelta entre los demás. Ella era una especie de ídolo, por lo tanto, no le convenía ser él quien la matara. Sin embargo, si un esclavo la mataba, podría romper su dichosa unión y volvería a tener esclavos manejables. Pensado en todo aquello, un día, mientras los demás no lo notaron, mandó llamar a Martin a su casa.


El chico fue conducido al estudio de su amor y se colocó delante de él con la mirada baja, completamente dócil. El dueño de la plantación era más bajo que él, a pesar de que le llevaba varios años. Tenía el cabello rubio y la piel clara, y estaba completamente fuera de forma, mirarlo junto a Martin era como ver dos opuestos.


Martin por su parte estaba algo ansioso porque lo hubieran llamado. Solo había visto al amo cuando lo compro y supuso que si lo veía de nuevo era porque lo venderían. La idea lo llenaba de tristeza, porque a pesar de que no encajaba muy bien con los demás, sentía que ahí había algo especial y deseaba ser parte de ello, además de que no deseaba separarse de Rosa.


-Hola muchacho- lo saludó el amo con tono alegre, sirviéndose un vaso de licor- el capataz me comenta que eres un chico trabajador y disciplinado, no como otros necios que trabajan en la plantación – añadió con desprecio- dime ¿te gustaría hacer un trabajo más sencillo que recoger algodón? - le preguntó con una sonrisa torcida.


- ¿Qué otro trabajo quiere que realice señor? - preguntó Martin sorprendido y al mismo tiempo aliviado de que no tuviera que irse.


-Podrías apoyar en la casa- respondió el amo con voz melosa, dando un trago de su vaso- mantener los cuartos en orden, apoyar en la cocina, son cosas más sencillas que el trabajo en el campo- enumero sin perder la sonrisa- pero para tener privilegios hay que ganárselos-


- ¿Qué tendría que hacer señor? - preguntó Martin confundido.


-Mira chico, la cosa es así- explicó el dueño de la plantación como si hablara con un tonto- tú te deshaces de la chica esa, Rosa y yo te saco del campo y te pongo a trabajar en la casa. Las labores son más sencillas y toman menos tiempo ¿entendiste? – preguntó poniendo una daga en la mesa entre ellos.


-Pero yo nunca he matado a nadie señor- respondió Martin con un hilo de voz.


- ¿Y eso que importa? - respondió su amo frustrado- cualquier tonto puede usar un cuchillo y esa chica no es nada tuyo. Además, te lo estoy ordenando y así como puedo ser generoso con quien me apoya, te aseguro que desobedecerme puede ser lo último que hagas- dijo en tono amenazante mientras le ponía la daga en la mano- vete de aquí y haz lo que te digo, o puedes creerme que los mataré a los dos-


Martin se llevó la daga con un nudo en la garganta, ahora debía decidir ¿salvaba su vida y traicionaba a la única persona que lo había tratado como un igual? ¿o los condenaba a ambos? Esa noche no pudo dormir y a la mañana siguiente, cuando el capataz le asigno a él y a Rosa ir por leña, se estremeció. Estaría a solas con la chica, sería el momento en que el amo esperaría que lo obedeciera.


Se alejaron un poco de la casa y la plantación mientras recogían. Martin iba detrás de ella con la cabeza a mil por hora, hasta que llegaron al lindero del bosque. Rosa estaba de espaldas a él recogiendo leña, era su oportunidad. Pero, aunque tenía la daga en la mano simplemente no pudo hacerlo y calló de rodillas tras ella.


- ¿Martin? - preguntó Rosa girándose al notarlo y sorprendiéndose al encontrarlo de rodillas- ¿Qué sucede? -


-El amo me ordeno que te matara- respondió él tirando la daga a los pies de la consternada chica- pero no puedo hacerlo, no quiero hacerlo. Pero si se entera de que no lo hice entonces nos matará a los dos ¿de qué sirve sentir que uno tiene una vida si al final no es dueño de ella? - le preguntó entre sollozos.


-Tu vida es tan tuya que decidiste no ser un asesino y no traicionar a tu gente- respondió la chica arrodillándose frente a él y levantándole el rostro para que la mirara- eres un valiente Martin, más de lo que pensé. Mi padre siempre me dijo que estaba mal que una persona pudiera poseer a otra y me enseñó a defender mi derecho a decidir, aunque tuvo que pagar un precio muy alto por sus ideas- le contó con lágrimas en los ojos.


- ¡LO SABÍA! - se escuchó el grito del capataz a unos metros de ellos- ¡ESA REBELDE LO VOLVIÓ A SU BANDO! ¡SABÍA QUE NO SE PODÍA CONFIAR EN UN SUCIO ESCLAVO! ¡Guardias, aprensen a ese par de rebeldes y enseñémosles cuál es su lugar! - ordenó mientras los guardias que servían de escolta al amo corrían hacia los muchachos.


-Tienes que irte- urgió Rosa a Martin haciendo que se levantara- corre, mi padre decía que en el bosque se esconde un grupo de forajidos, búscalos. Ellos te protegerán y es a mí a quién quieren- añadió empujando al muchacho.


-Pero te mataran- replicó Martin tomándola del brazo.


-No puedo abandonar a mi gente- respondió Rosa con un nudo en la garganta- pero esta no es tu lucha ¡vete, te daré todo el tiempo que pueda! - añadió corriendo en dirección contraria al bosque, mientras los guardias la seguían.


Ante esto, Martin hecho a correr dentro del bosque. Iba tropezándose con las raíces y esquivando las ramas de los árboles, pero, aun así, no tardó demasiado en perder a los guardias que se habían lanzado tras él. Mientras corría las lágrimas comenzaron a formarse en sus ojos, esa chica había estado dispuesta a sacrificarse por él y la había dejado para que la mataran. Era un traidor, casi un asesino y ahora ni siquiera sabía a donde iría, pero siguió corriendo hasta que las piernas no le dieron más y se desplomó en el suelo de agotamiento.


Cuando comenzó a recuperar la conciencia, se sintió acostado sobre algo suave, definitivamente no el suelo del bosque. Intentó abrir los ojos, pero estaba tan cansado que sus parpados no lo obedecían.


-Creo que está despertando- escuchó decir a una voz femenina que no reconoció - no tiene heridas, parece que solo está cansado-


-Tiene la marca de los esclavos en la espalda- dijo una voz de muchacho- pero por aquí no hay ningún lugar que los tenga- añadió en tono confundido.


Finalmente, Martin logró abrir los ojos y se encontró en una habitación que no conocía. Al pie de la cama en que lo habían acostado, había una chica de cabello anaranjado y un muchacho de cabello negro. Se sentó rápidamente en la cama y al instante se mareo y soltó un quejido, haciendo que los otros dos lo miraran.


-Despertaste- dijo la chica acercándose- tranquilo, me llamo Alice. Te encontramos desmayado en el bosque y te trajimos aquí para que te recuperaras ¿cómo te llamas? - le preguntó con voz tranquila.


-Me llamo Martin- respondió el aludido pasándose la mano por el rostro para despejarse- gracias, pero tengo que regresar, debo volver a rescatarla- añadió tratando de levantarse y tropezándose al primer paso. El muchacho de cabello negro dio un paso al frente para sujetarlo, evitando que cayera al suelo.


-Tranquilo- le dijo ayudándolo a sentarse en la cama- no te fuerces o podrías lastimarte. Llamaré a nuestros amigos y podrás explicarnos a quién tienes que rescatar-


Dicho esto salió de la habitación y volvió unos momentos más tarde, seguido de otros muchachos. Eran otros cuatro chicos y dos chicas, que lo miraron con curiosidad. Los muchachos se presentaron como Isaak, Abraham, Peter y Jonathan, mientras que las chicas se presentaron como Margareth e Isabel. El chico de cabello negro se presentó como Shun y le explicó que eran un grupo que se oponía al gobierno y que buscaba transformar las cosas para mejor.


Martin por su parte, les contó avergonzado de donde venía y lo que había ocurrido, desde que el amo le ordenó que matara a Rosa hasta su huida al bosque por indicaciones de la misma.


-Es mi culpa, ella me ayudó a escapar y yo la deje atrás- terminó Martin, llevándose las manos a la cabeza, consternado.


-Entonces será mejor que volvamos por ella- dijo Shun y mirando a los demás añadió- yo digo que ya teorizamos bastante ¿qué les parece intentar un rescate? -


-Hagámoslo- dijo Isaak, a lo que los demás corearon afirmativamente.


Mientras tanto, en la plantación, todos los esclavos fueron llamados al lado de la casa del amo. Ahí, todos los guardias que se encargaban de su protección, crearon un cerco alrededor del amo, que estaba parado al lado de un árbol de donde colgaba una cuerda. Cuando los esclavos se acercaron, pudieron ver que dos de los guardias llevaban a Rosa atada y amordazada.


Ya que los tuvo a todos reunidos, el amo comenzó a hablar.


-Esta esclava a asesinado a uno de sus compañeros- declaro en tono solemne- clavo una daga en el corazón del chico llamado Martin, cuando él se negó a ayudarla en su complot contra mi persona- mientras hablaba los otros esclavos se miraban sorprendidos, incapaces de creer que Rosa hubiese hecho algo así- es por eso, que por el crimen de asesinato yo condeno a esta esclava a morir en la horca- exclamó el amo mientras Rosa era conducida a donde la ahorcarían. Todos los otros esclavos de la plantación gritaron e intentaron lanzarse al frente para salvarla, pero los guardias los contuvieron.


Cuando todo parecía perdido una flecha voló por el aire y se clavó certera en el cuello de uno de los guardias que la sujetaba, matándolo en el acto. Ella no perdió un segundo y golpeo al otro en la entrepierna con la rodilla, dejándolo fuera de combate.


- ¡Aléjense de ella o lo mato! - grito Isaak y en ese momento la multitud reunida se abrió para mostrarlo sujetando una ballesta que apuntaba al cuello del dueño de la plantación.


- ¡Ya lo oyeron, atrás! - añadió Isabel que se había colado a un lado del árbol y apuntaba su propio arco al dueño de la plantación.


-¡Hagan lo que dicen idiotas!- exclamo aterrorizado el dueño de la plantación- ¡retrocedan!-


Los guardias obedecieron a su señor, mientras Martin se habría paso a la carrera entre la gente y desataba las manos que Rosa, que en cuanto las vio libres, se quitó la mordaza que le habían puesto en la boca.


-Volviste- le dijo sorprendida.


-No iba a dejar que murieras por mí- respondió Martin, al tiempo que el resto de los miembros de La Resistencia tomaban la plantación y desarmaban a los guardias ayudados por los esclavos.


Cuando todos estuvieron desarmados y atados, Shun presentó al grupo como La Resistencia, un grupo subversivo que buscaba acabar con el reinado del rey Zenon y cambiar la situación de los habitantes de Grolia menos favorecidos para mejor. Ante esto, fueron aclamados por los esclavos, quienes vieron en lo que acababa de ocurrir la posibilidad de ser libres.


Después del discurso de Shun, los miembros de La Resistencia comenzaron a discutir que harían con el dueño de la plantación, a quién habían dejado atado al arbol en que pretendía ahorcar a Rosa. Ella por su parte hablo con su gente y llegaron a un acuerdo.


-Creo que solo hay una cosa que hacer con gente como él- dijo a los revolucionarios, a continuación, caminó con paso decidido rumbo al árbol, seguida por sus compañeros y cuando estuvo frente a su antiguo amo habló- siempre nos viste como menos que personas y ahora intentaste acusarme de asesinato. Pues estabas equivocado, SOMOS personas y nada de lo que nadie pueda hacer o decir nos hará olvidarlo. Sin embargo, hay algo en lo que, si tenías razón, no tengo miedo de probar sangre- y dicho esto le clavo el puñal que él le había dado a Martin en el corazón, ante las ovaciones de su gente y el desconcierto de La Resistencia- eso es por mi padre- añadió con desprecio cuando el hombre murió frente a ella.


Los miembros de La Resistencia la miraron sorprendidos y admirados, a pesar de todo, estaban de acuerdo en que eso era lo que había que hacer. Pasaron la noche en la plantación, y al día siguiente, cuando se preparaban para regresar a su base, Rosa y Martin se les acercaron con determinación.


-Queremos ir con ustedes- dijo Martin.


-¿Están seguros?- preguntó Abraham- ¿no los necesitan aquí?-


-Hablamos con los demás- respondió Rosa- y nos dijeron que debíamos ir con ustedes, para ayudarlos a hacer en otros lugares lo que logramos aquí- a esto Martin asintió con determinación.


-En ese caso- dijo Shun tras una mirada a sus demás compañeros- ¡bienvenidos a La Resistencia! -


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