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Triangulo amoroso

Actualizado: 18 sept 2020

Después de lo ocurrido en el Palacio, se acordó que el príncipe cortejaría a Irina durante algún tiempo, para terminar de decidir si se casaría con ella.


Cuando llegó la notificación a la casa familiar Irina estaba furiosa.

-No quiero casarme con el- intento explicar a su padre.


-Pero ¿Por qué no? - preguntó su madre- es el futuro rey de Grolia, con el cómo tu esposo tendrás todo lo que desees. Vivirás en palacio, tendrás damas y sirvientes y caballos y vestidos y joyas y cualquier cosa que quieras- enumero con tono soñador.


-Es cierto hermanita- intervino Jamson- ya no eres una niña, deberías saber todas las ventajas que este matrimonio traerá a ti y a la familia-


-Pero yo no lo amo- insistió Irinia.


-No lo amas ¿y eso que importa? - replico su padre- tienes el resto de tu vida para eso y si no pasa, seguirás siendo la reina. Además, el cortejo ya está acordado con su majestad el rey y más te vale que el príncipe no cambie de idea- sentenció poniendo fin a la conversación.


Ella escribió sobre todo esto a Eric Miol, quién le respondía con cartas enviadas por diversos mensajeros, ya que ambos sabían que los padres de ella no podían enterarse de que se escribían. En ellas, Eric alababa a las mujeres fuertes y determinadas que tomaban las riendas de sus vidas. Pero también se enviaban correspondencia más amena recomendándose libros y hablándose de sus distintos intereses.


Un par de semanas después, Irina fue invitada a una reunión de té con el príncipe. Ella no quería ir, pero su padre insistió y no se le permitió opinar. La vistieron en un elegante vestido violeta, mucho más simple que el que había usado en el baile y la enviaron a Palacio. Una vez ahí una doncella no mucho mayor que ella, la condujo a un saloncito de té.


Era un espacio pequeño y acogedor, con un par de sillones victorianos blancos con estampado de rosas y una mesa para el té de madera. En ella había un juego de té de porcelana mucho más elegante que cualquiera que Irina hubiera visto y un pequeño plato de plata con delicadas galletas y tartaletas.


Unos minutos más tarde el príncipe Zenon fue anunciado y ella se levantó para hacer una reverencia. Él se veía igual de apuesto que la noche en que se habían conocido, con el cabello rubio y altos pómulos que lo caracterizaban, pero al igual que Irina, su ropa era mucho más simple. Su camisa y calzas eran verde oscuro y ya no lucía el escudo del reino en el pecho.

Sin embargo, se hizo evidente mientras la conversación avanzaba de que no tenían mucho en común. Para Irina fue un momento terrible cuando se dio cuenta de que el príncipe no disfrutaba con la lectura.


-Ese es un pasatiempo de mujeres o de hombres débiles- replico el príncipe cuando Irina le preguntó sobre sus libros favoritos- Sin embargo, no soy un inculto, he leído sobre historia, geografía, política y economía. También sobre estrategia militar. Ya sabes, las cosas que se ocupan para gobernar- añadió con suficiencia.


- ¿Y la filosofía, literatura o poesía? ¿No es importante para un gobernante ser sensible y apreciar las cosas bellas de la vida? - preguntó ella no muy convencida.


-¿Me tomas por una señorita? Un príncipe debe cabalgar, luchar, cazar, no perder el tiempo en sensiblerías- respondió Zenon molesto- cuando seas la reina entenderás que esas cosas no sirven para nada-


-¿Y a ti quién te dijo que yo quiero ser la reina?- masculló ella en su taza de té, furiosa.

Cuando finalmente volvió a su casa, después de otra hora de escuchar al príncipe vanagloriarse de los torneos que había ganado y las conquistas que quería hacer cuando fuese rey, Irina se encerró en su habitación. Desde que todas sus hermanas se habían casado ese era su único refugio y a donde escapo de las insistentes preguntas de su familia.


Se sentó en su escritorio, donde tenía todo lo necesario para escribir, algunos libros y se encontró con un ramillete de flores que acompañaban una nota.


Eres fuerte flor

Flor que florece aprisionada

Aprisionada entre el deber y el amor

Amor que deseo conserves en el corazón

Corazón que ha conquistado al mío

Querida Irina ¿me perdonaras el descaro de pedirte que pasees conmigo esta noche por los jardines de la plaza mayor? Si deseas acompañarme, te esperaré en la fuente, junto con las estrellas. Siempre tuyo, Eric Miol.


Ella se llevó la nota al pecho sonrojada, estaba en un dilema. ¿Aceptar lo que le dictaba su familia o escuchar a ese hombre que decía amarla? Decidió que aún tenía tiempo para tomar decisiones, pero que esa noche tenía una cita bajo las estrellas.


Más tarde, cuando todos en su casa dormían, salió de su habitación sin que nadie lo notara, tomo su caballo de las cuadras (una bonita yegua blanca, regalo de cortejo del rey) y galopo rumbo a la plaza mayor. Y ahí al lado de la fuente, la esperaba Eric, vestido con el verde de los caballeros.


-Irina, viniste - exclamo contento al verla y procedió a ayudarla a desmontar y a atar su caballo junto al de él.


-Bueno, no puedo negar que eres un romántico, la noche aquí se ve maravillosa- respondió ella tendiéndole la mano tímidamente, misma que el beso con delicadeza.


-En verdad estoy feliz que vinieras, vamos, hay mucho más que hacer que caminar por aquí- dijo el tendiéndole el brazo y conduciéndola por las calles hasta una plaza mucho más humilde.


En ella, un grupo de jóvenes y jovencitas reían y bebían alegremente, compartiendo algunos trozos de pan, queso y embutido. De pronto un violinista comenzó a tocar, primero lentamente, pero pronto agarro vuelo e Irina escucho un ritmo mucho más alegre del que había escuchado jamás. No era una canción elegante, pero era movida y feliz, y pronto varios de los jóvenes comenzaron a bailar. Giraban, saltaban y daban palmadas al ritmo de la música, golpeando el suelo con los pies descalzos y levantando las raídas faldas.


-Estos son algunos amigos míos, que hoy quisieron celebrar una pequeña fiesta y pensé que te gustaría, ya que te gusta tanto bailar- explicó Eric Miol mientras Irina los veía girar y saltar encantada.


-Bailemos con ellos- pidió Irina tomándolo del brazo.


Pronto giraban y reían con los demás, y entre pieza y pieza, Irina hablo con varios de los amigos de Eric. Eran casi todos sirvientes en distintas casas o trabajadores humildes, algunos ya tenían hijos o hermanos menores que mantener. No podían pagar escuelas y a veces pasaban hambre, pero cuando había un buen día, se reunían a celebrar con James, que tocaba música con su violín en las calles a cambio de monedas y quien amenizaba sus fiestas a cambio de la cena.

Irina no dijo nada sobre su acomodada vida, sintiendo la impotencia subir por sus venas ¿no podría haber comedores que alimentaran a los hijos de la servidumbre? ¿o a los niños que vivían bajo puentes, como a los que una de las doncellas con las que hablo a veces llevaba sobras? Hablo de esto con Eric Miol y acordaron buscar la forma de hacerlo una realidad.


-Muchas gracias por todo Eric, en verdad fue una noche maravillosa- dijo Irina después de que el la acompañara de vuelta a los caballos.


-También lo fue para mí y en verdad eres especial Irina y te juro por mi honor que haré todo lo que este en mi mano para hacer realidad tus nobles planes- respondió el con solemnidad.


Ambos se quedaron parados un par de momentos sujetando sus monturas, mirando a los lados sin saber bien que hacer. Hasta que Eric se inclinó hacia adelante con suavidad y beso los labios de Irina con ternura. Ella le devolvió el beso con timidez y por un segundo olvido a su familia, su compromiso con Zenon e incluso el terrible lío en que se meterían si los descubrían. Ambos desearon poder quedarse así para siempre, sin esconderse, sin temer, solo amándose. Pero Irina debía volver a casa antes de que notasen su ausencia y se separaron con pesar.


Irina volvió a su casa sin que nadie lo notara y volvió a salir con Eric varias noches más sin que nadie lo supiera más que su doncella Mary, que también comenzó a ir a las fiestas de los amigos de Eric. Esto no hizo más que fortalecer la amistad de las dos chicas, que había nacido ya que Mary solo era un par de años mayor que Irina y ambas habían compartido infinidad de confidencias.


Unos días más tarde, Irina fue invitada a ver una opera con el príncipe heredero. La idea le parecía terrible, sobre todo ahora que sus sentimientos por Eric Miol comenzaban a definirse. Pero en un impulso, mientras esperaban a que comenzara el segundo acto, le comento a Zenon su plan de abrir un comedor para niños pobres.


-Eres una sensiblera, pero bueno- replico Zenon- si te parece tan importante yo podría pagarlo- añadió con suficiencia.


- ¿En verdad? - exclamo Irina sorprendida.


-Sí, la caridad es algo de lo que se encargan las reinas. Hace a la corona ver bien y no es muy cara. Si te casas conmigo, podrías también poner orfanatos o hacer cualquiera de esas ridiculeces que hacen por los pobres- explico el príncipe con rapidez, porque no deseaba perderse la parte de la ópera en que narraban la batalla épica.


Irina se quedó mirándolo con nuevos ojos. Era insufrible y la escandalizaba su forma de hablar de la pobreza, pero se dio cuenta de que a su lado podría ayudar a los necesitados del reino de una forma única. No tendría que mendigar fondos, podría obtenerlos directamente de la corona. Pero ¿valía la pena renunciar a su amor por defender a los débiles?


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