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Irina elige

Actualizado: 9 jul 2020


Seis meses pasaron entre cartas y encuentros furtivos con Eric Miol y elegantes reuniones con Victor Zenon. Irina, que ya tenía 16 años, se sentía perdida entre ambos hombres, su incipiente amor por uno y su desprecio, pero interés, en el otro la estaban volviendo loca y sabía que no pasaría mucho tiempo antes de que tuviera que elegir.


Eric la llevaba a pasear, a bailar, le recomendaba libros y le escribía poesía. Victor le regalaba joyas, la llevaba a la opera o al teatro y le prometía su ayuda en sus causas de caridad, a pesar de su desprecio por ellas. Con su dinero, Irina abrió el comedor que había planeado con Eric e hizo algunas otras cosas por los pobres, sin embargo, sabía que aceptar eso era aceptar que él estaba cortejándola y no tardaría en pedir que se casaran.


Un día una noticia recorrió el reino como reguero de pólvora, el anciano rey había fallecido y su ahora huérfano hijo Victor Zenon, era el nuevo monarca. Todo el reino participo en los funerales del rey, que, aunque no había sido maravilloso, había sido justo y prudente. Todos miraban a su hijo con recelo, porque corrían rumores sobre lo belicoso que era, sin embargo, la gente rezaba a los dioses que esto no fuera verdad y que el príncipe fuera un buen rey.


Sin embargo, en cuanto se sentó en el trono, tres días después del funeral de su padre, Victor (o rey Zenon como ahora era obligatorio llamarlo) se lanzó a la guerra. Había pueblos vecinos que anexar, feudos que controlar y bárbaros que combatir. Y pronto, todos los caballeros fueron llamados a las armas.


Eric se vería obligado a partir pronto e Irina finalmente tomo una decisión. Alguien debía hacerle contrapeso a ese loco y solo alguien que tuviese su mismo estatus podría hacerlo, el reino necesitaba una reina. Mientras se preparaba para encontrarse con Eric Miol, tal vez por última vez, Irina lloro. Lloro por la pérdida de un futuro con su amado y lloro de rabia contra el hombre con que había decidido casarse.


Cuando se encontraron el vio su decisión escrita en su mirada. Ella se la explico con calma, pero él la interrumpió con un beso apasionado.


-Eres mucho más valiente que cualquier caballero Irina- le dijo mientras la abrazaba- si las cosas fueran distintas te pediría que huyeses conmigo, pero sé que debes hacer esto. Sin embargo, no temas nada amada mía, que no te abandonare. Y como símbolo de eso te traje un regalo- añadió sacando una sencilla cadena de oro con un dije de rubí en el centro.


-Te entrego esto como símbolo de mi eterno amor por ti y te prometo, por el rubí y por mi vida, que cuando vuelva te buscaré y tanto mi espada como mi corazón estarán ahí siempre que los necesites- juro mientras se lo colocaba al cuello e Irina lo apretaba contra su corazón.


Pasearon el resto de la noche en silencio, abrazados, disfrutando cada momento y cuando se separaron ambos rezaron a los dioses que no sería la última vez que se verían. De eso hacían casi 3 tres meses e Irina aún usaba el collar del rubí, diciendo a su familia que se lo había regalado el rey y a este que se lo había comprado su padre.


Finalmente, la fiesta de compromiso fue anunciada e Irina fue llevada a Palacio para prepararse para ella. Un grupo de seis doncellas fueron puestas a su disposición para prepararla, más otras dos para el peinado. Irina se sintió abrumada ante la cantidad de reverencias y protocolos necesarios para cambiarla de su vestido hogareño al hermoso vestido en el que se presentaría al rey. Pero ellas le dijeron que debía acostumbrarse, ya que ese era el protocolo que debía seguir la reina para vestirse.


Le quitaron el vestido que llevaba haciendo un sinnúmero de reverencias y le pusieron la ropa nueva con más reverencias. Mientras lo hacían le explicaron que cada prenda sería colocada dependiendo el rango, siendo las prendas interiores colocadas por las damas más importantes y las exteriores por doncellas. Irina calculo que se haría resistente al frío, porque el proceso era largo.


Cuando por fin estuvo lista, la maquillaron y peinaron con agilidad. Llevaba un vestido violeta con acabados en oro, junto con un ligero velo blanco que coronaba el chongo en que habían atado su cabello. Se veía majestuosa, y en su cuello, decorando su escote, estaba el collar del rubí, que nunca se quitaba y que le dio fuerzas para lo que vendría. Ese collar la hacía sentir que no estaba sola y que nunca volvería a estarlo, sin importar lo que pasara.


Bajo al gran salón en el que meses atrás conociera a los dos hombres que cambiarían su vida. En él, estaban reunidos los lores y damas más importantes de la corte, todos ataviados con sus mejores galas, entre las que distinguió algunas de las telas de su padre. Él también se encontraba ahí, con toda su familia, que ahora incluía también algunos bebes, hijos de sus hermanas mayores. Ella trato de no pensar en cuanto tiempo pasaría antes de que también fuera obligada a tener bebes.


Su padre le tendió el brazo y la acompaño al trono del rey, donde ambos hicieron una reverencia. Zenon se levantó en un solo movimiento y les dedico una inclinación de cabeza, antes de hacer un gesto a un sirviente que se encontraba a su lado. Este se acercó con una cajita de oro decorada con joyas. El rey la tomo y la abrió para revelar un enorme anillo de oro con una esmeralda en el centro.


-Este anillo ha pertenecido a todas las reinas de Grolia desde la época de mi bisabuelo- explico a Irina con solemnidad- al aceptarlo, aceptas no solo convertirte en mi esposa, sino a compartir el trono conmigo como reina consorte ¿aceptas este anillo y todo lo que conlleva? - preguntó con una sonrisa torcida, porque ya conocía la respuesta.


-Acepto majestad, el anillo, su mano en matrimonio y el rango de reina consorte que me ha ofrecido- respondió ella sin bacilar concentrándose en el collar que llevaba al cuello para tomar valor. Le tendió la mano izquierda al rey, que le coloco el anillo y planto un delicado beso en el dorso de la misma, que la hizo estremecerse. Ahora no había vuelta atrás.


En cuanto el rey levanto la mirada todos aplaudieron y de inmediato la orquesta comenzó a tocar. El rey le tendió el brazo y descendieron juntos a la pista de baile, donde bailaron una única pieza, porque al rey no le gustaba bailar. Después de esta, Irina fue colocada en un trono al lado del monarca y ahí se mantuvieron, sin hablarse, durante toda la velada. Cerca del final, el rey le tomo la mano y dijo:


-A partir de mañana comenzaran los preparativos para la boda, he arreglado que te quedes en casa de tus padres hasta la boda, mientras terminan de preparar tus aposentos. Si quieres formar parte de los preparativos, enviare un carruaje por ti en las mañanas- explicó sin demasiado interés, de lo que Irina dedujo que él no se involucraría para nada en los preparativos.


-Gracias majestad, me asegurare que todo en nuestra boda salga de manera apropiada- respondió ella apartando su mano sin brusquedad. Quería aprovechar el tiempo para conocer cómo funcionaba el Palacio e intentar averiguar el paradero de Eric, ya que este seguía en el frente de batalla.


Los preparativos de la boda tomaron dos meses, ya que el rey había dejado claro que debía ser un evento magnifico. Habría tres días de celebraciones, que incluirían la ceremonia religiosa, un desfile y una justa con los caballeros más habilidosos (que para entonces ya habrían vuelto de la guerra) así como tres banquetes, uno en honor al rey, uno en honor a la nueva reina y uno para bendecir su unión y esperar fertilidad en ella.


En esos dos meses Irina conoció a muchas de las personas que trabajaban en Palacio y con su risa fácil, buena disposición y empatía, se los fue ganando uno a uno. Desde el personal de las cocinas, hasta las doncellas de cámara, pasando por los jardineros y mozos de cuadra, incluso al mayordomo que se encargaba de que todo funcionara como era debido. Todos cayeron rendidos ante la nueva reina y notaron que al fin Zenon se había encontrado con un oponente de su talla.


La boda sucedió tal y como Zenon deseaba, un evento magnifico y solemne. Ambos se vistieron en amplios trajes blancos con capas con el escudo del reino. Después de decir sus votos matrimoniales, Irina fue coronada como la nueva reina de Grolia y junto con la pesada corona, sintió que se investía con la pesada responsabilidad de proteger a su pueblo.


Salieron del templo y subieron al carruaje decorado para el desfile. Mientras recorrían las calles decoradas con flores y guirnaldas, con todos los habitantes del reino alabando a sus gobernantes, Zenon le dijo al oído algo que le dio escalofríos:


-Victoria, ahora si eres mía-


Irina no respondió nada, pero se dio cuenta de que ese día había renunciado a una parte de su libertad. La fiesta que siguió duró toda la noche, por lo tanto, Irina no estaba nada entusiasmada con la idea ni de consumar el matrimonio ni de asistir a la justa, pero ninguna de esas cosas era decisión suya. Cuando se encontró sola en la habitación con Zenon, se sintió acorralada y solo pensó en Eric mientras se acostaba en la cama para cumplir con su deber.


Al día siguiente, estaba adolorida y algo deprimida, había llorado mucho y a él le había importado bastante poco. Despertar a su lado no fue agradable, pero su consuelo era que esto no sería todas las noches, solo cuando él la solicitara. Zenon se levantó sin mirarla y fue a mostrar la sabana con sangre prueba de que él la había hecho mujer, mientras Irina intentaba contener las lágrimas.


-Iré a vestirme al aposento de al lado, ya vienen las damas para prepararte para la justa, esposa mía- le anunció con su sonrisa cruel, cerrando la puerta tras de sí.


Las damas entraron e Irina se dejó vestir como en trance, todo parecía perdido ahora. Se sentía sola y débil, parecía que en solo una noche él había logrado romperle el espíritu. Se sentó a su lado en la justa como en un sueño hasta que el anuncio de uno de los caballeros la devolvió a la realidad.


-Sir Eric Miol de los Valles de Grunter- anunció el heraldo y Eric avanzo a arrodillarse frente a los monarcas. Igual que ella se veía más adulto y una cicatriz le cruzaba el rostro, dándole un aspecto rudo. Sin embargo, los ojos le brillaron al ver a Irina y cuando le beso la mano, ella sintió que recobrara la esperanza.


-Un honor conocerla y combatir para vos majestad- anuncio con una sonrisa siguiendo el protocolo y dirigiéndose al rey añadió- debo felicitarle majestad, se ha conseguido por reina a la dama más hermosa de toda Grolia-


Ella se ruborizo, pero su marido tomo el cumplido con agrado, de modo que no noto el brillo en los ojos de ambos al rencontrarse. Ahí estaba el mismo Eric de siempre y si la guerra no había podido acabar con su espíritu, una noche con el rey tampoco acabaría con el de ella, decidió. La justa siguió durante todo el día y ella pudo apreciar que había muchos caballeros jóvenes muy habilidosos, pero a sus ojos y a los de todos los asistentes, fue evidente que Eric Miol era de los mejores.


Esa noche, durante el banquete, cuando su esposo estaba bebiendo con aparentemente la intención de quedar inconsciente, ella se excusó y salió a un pequeño jardín trasero que una doncella le había enseñado. Ahí, los sirvientes se reunían con amantes o simplemente con amigos que no podían ser vistos en la corte. Y ahí, tal como pedía en una nota que le hizo llegar con una de sus doncellas de confianza, estaba Eric.


Se abrazaron, se besaron y ella se sintió fuerte entre sus brazos. El la abrazaba con fuerza y cariño, como si temiera dejarla ir. Y pronto la pasión fue escalando y terminaron tendidos en el pasto.


-El me hizo mujer- dijo Irina con vergüenza, recordando la noche anterior. Pero el le sujeto el rostro para besarla y luego la miro a los ojos.


-Entonces yo te haré feliz- respondió besándola apasionadamente y haciendo que, al menos por unas horas, pudiesen olvidarse de todo. Por unas horas el dejó de ser un caballero al servicio del rey y ella una reina al servicio de su pueblo y fueron simplemente una cosa: amantes.


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