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Nuevo juramento

Actualizado: 9 jul 2020



La guerra que sir Keith estaba planeando estalló pocos meses después. Por lo tanto, todos los caballeros fueron llamados a unirse al ejército. Desde luego, esto significó que los Caballeros del Rubí también debían partir para no levantar sospechas.


Cuando Irina se enteró, sintió que se le rompía el corazón, parecía que acababa de despedirse de Eric para la última guerra y ahora debía hacerlo una vez más. Se reunieron en la cueva que usaban como base de los Caballeros del Rubí, destrozados. Esta nueva guerra era por un territorio mucho mayor que la anterior, la gente decía que duraría mucho más y que sería especialmente sangrienta.


-No vayas- pidió Irina a Eric abrazándolo- ¿qué sería de mi si algo te sucede? –


-Estaré bien mi flor- respondió Eric besando su cabello, también a él le dolía dejarla- pero debo ir, soy un caballero, si no voy, me acusarían de traición y eso podía poner en peligro la orden. Además- añadió levantándole el rostro para que lo mirara y besándole la frente- estarás bien, eres la mujer más fuerte y valiente que conozco-


Se quedaron un poco más así, abrazados, disfrutando de estar juntos, rezando a los dioses que volvieran a reunirlos pronto.


Cuando volvió a palacio y entró a sus aposentos, Irina se encontró con un grupo de doncellas recogiendo todas sus cosas.


- ¿Qué significa esto? - preguntó tratando de no perder la compostura.


-Lo siento mucho majestad- dijo Mary dejando la ropa que estaba doblando sobre la cama y haciendo una reverencia frente a ella- su majestad el rey Zenon ha ordenado que hasta que quede en cinta, usted pasará todas las noches con él-


Para Irina eso fue como una cubetada de agua helada, primero Eric se iría a la guerra y ahora esto. Dio la vuelta y se encerró en su saloncito de té. Una vez ahí se sentó en el suelo, abrumada. Aferró su collar de rubí y sintió que las lágrimas comenzaban a crearse en sus ojos.


“No llorare” se dijo a sí misma, pasándose el dorso de la mano por los ojos y levantándose con determinación. “Tengo que ser fuerte, por Eric, por mi pueblo y por mí” decidió levantándose.


En las semanas siguientes, Irina despertaba al lado de su esposo, tomaba un baño para despejarse de la noche anterior y salía a pasar por los jardines. Se ocupaba de asuntos del Palacio y de sus obras de caridad, mientras su esposo se enfocaba en ganar la guerra a la que se había lanzado.


En secreto, se escribía con Eric cartas llenas de pasión, ternura y añoranza. Estas tomaban meses en llegar, pero tuvo que acostumbrarse a estas demoras. De todas formas, no es que le quedara mucho tiempo para escribir; la guerra estaba dejando profundos estragos en la población, mismos que sus obras de caridad no alcanzaban a compensar.


Cuando la guerra llevaba casi 6 meses en curso, Irina se despertó una mañana en el lecho de su marido. Llevaban todo ese tiempo pasando juntos la noche y no se había vuelto más tolerable. Pero esa mañana Irina no se quedó tendida en cama como de costumbre, sino que se levantó corriendo y vació el estómago en el baño de la habitación.


El rey se despertó inmediatamente y llamo a gritos a la servidumbre. Irina se sentía demasiado mareada como para comprender lo que decía, pero después se enteró de que hizo venir al encargado de seguridad del Palacio y ordeno que nadie saliera hasta que se comprobara que le había pasado a la reina, temiendo que alguien hubiese intentado envenenarla.


Unos momentos más tarde, sus damas la ayudaron a salir del baño y volver a recostarse. Irina no recordaba haberse sentido tan mal en su vida; se sentía mareada, le dolía la cabeza y tener a su esposo vociferando a su lado, no estaba ayudando.


-Majestad, no me siento nada bien ¿podría traer al doctor? - preguntó con voz débil.


- ¿Quieres dejar de quejarte? - replico el rey secamente- esto podría ser un atentado contra la familia real. Debemos averiguar cómo pasó esto y aumentar las medidas de seguridad- explico como si hablara con alguien que no le entendiera. Dicho esto, dio media vuelta y aún en su camisón de dormir, salió de la habitación bramando órdenes.


-Le traeré una taza de te majestad y veré que envíen al médico- le dijo Mary acomodándole la almohada.


-Gracias Mary- respondió Irina intentado sonreír mientras su fiel doncella hacia una reverencia y salía de habitación.


Minutos más tarde, el médico entró en los aposentos de la familia real. Se inclinó ante la reina y procedió a revisarla detenidamente. Después de un breve examen físico comenzó a hacerle preguntas sobre que había comido, cuanto había dormido y otras similares. Hasta que llegó a una que dejo a Irina pensativa.


-Con todo respeto majestad, ¿Cuándo fue su última sangre? -


En ese momento, Irina hizo las cuentas que nunca hacía y se dio cuenta de que llevaba 3 meses sin sangrar. Cuando se lo dijo, el doctor le palpó la parte baja del vientre cuidadosamente, sonrió complacido y dijo a una de las doncellas:


-Señorita, ¿podría solicitar la presencia del rey? Le tengo buenas noticias-


La muchacha se apresuró a cumplir con sus indicaciones y poco después Zenon volvió al cuarto, aún en camisón y de mal humor.


- ¿Qué sucede doctor? ¿Tiene algo grave? ¿Algún veneno? - preguntó con los brazos cruzados sin apenas mirar a su pálida esposa.


-Nada de eso majestad- respondió el doctor- la reina no está envenenada. De hecho, ni siquiera está enferma. Tengo buenas razones para pensar que la reina espera un hijo. Permítame felicitarlo- añadió con una reverencia.


El rey esbozo su extraña sonrisa y lo invito a que confirmara el embarazo para poder anunciarlo. Irina por su parte se quedó helada, y se llevó las manos al vientre con disimulo. Estaba embarazada, tendría un hijo del hombre al que odiaba.


El medico llevo a cabo algunas pruebas y pudo confirmar el embarazo de la reina. Zenon de inmediato comenzó a planear un fastuoso baile para anunciarlo, al que invitaría a todos los nobles del reino y a los reyes de reinos vecinos, para que en cuanto naciera él bebe, pudiese empezar a considerar ofertas de matrimonio.


En el Palacio reinaba un ambiente alegre y festivo, pero había un grupo que no se alegraba para nada del embarazo de la reina: Los Jaguares. En especial Sir Keith, quien sabía que, si la reina daba a luz a un varón, se afianzaría en su puesto como real consorte y podría seguir dirigiendo, con respaldo de La Corona, su grupo de forajidos del bosque.


-Tenemos que hacer algo- dijo a sus hombres- o no podremos librarnos de ella y vengar la muerte de Sir Shod-


-No tiene que complicarse Sir Keith- dijo uno de ellos, llamado Sir Marcos, quién tenía fama de ser el más sanguinario y calculador del grupo- el rey está paranoico de todo lo que se mueve, no será difícil hacer que sospeche de ella-


-El punto no es que sospeche, sino tener pruebas de su traición- replico Sir Ron.


-Oh, pero las tenemos- respondió Sir Marcos con una sonrisa retorcida- estuve teniendo una amigable conversación con el joyero de la Casa Real- añadió con sarcasmo- y me dijo que hace ya casi dos años la reina mandó hacer 10 cadenas de plata con un dije de rubí en el centro, con instrucciones precisas de que lo mantuviese en secreto ¿Recuerdan quienes tenían ese tipo de cadenas? - preguntó triunfante.


-Los caballeros del bosque- respondió sir Keith con entusiasmo y en ese preciso momento se dirigió junto a sus hombres a tener una charla con el rey.


Dos años después de esa charla, un grupo de figuras encapuchadas se dirigieron a la capilla del Palacio. Esta tenía una discreta entrada lateral por la que los encapuchados se colaron, tomando mil precauciones. Eran tiempos duros, la guerra había terminado, pero había dejado muchos muertos y el rey se había vuelto completamente paranoico, ordenando toques de queda y tolerancia cero.


Nadie comprendía la razón por la que se había vuelto así tan de repente, sobre todo teniendo en cuenta que hacía dos años había nacido su heredero: el príncipe Hydron. Aunque desde la presentación del niño en el balcón real, nadie había sabido nada de la reina Irina, a quien muchos conocían como Irina la del pueblo.


Momentos después de que los encapuchados hubiesen entrado en la capilla, otra figura entro por una puerta pequeña, llevando un candelabro encendido en una mano y un bulto apretado contra el pecho. Los hombres, que no eran otros que Los caballeros del rubí, se giraron sobresaltados y se toparon la figura de la reina.


Pero ella ya no se veía como cuando les había tomado juramento años atrás. A pesar de que mantenía una posición erguida y majestuosa, se notaba que estaba pálida y delgada, con las mejillas hundidas y marcadas ojeras. Sin embargo, seguía manteniendo el porte de una reina y después de colocar el candelabro sobre el altar hablo a los hombres con un susurro.


-Muchas gracias por acudir a mi llamado mis caballeros- dijo esbozando una tímida sonrisa y apretando el bulto que llevaba contra su pecho- siempre acudís a mi cuando los llamó y en verdad estoy agradecida por todo lo que hemos hecho juntos. Pero tengo una cosa más que pedirles- añadió


-Lo que necesite majestad- dijo apresuradamente sir Eric, notando que algo estaba mal.


- ¿Recuerdan que hace años juraron servir a la justicia y ayudar a los necesitados del reino en mi nombre? ¿y cómo todo eso debía llevarse a cabo en secreto? - preguntó Irina con lágrimas en los ojos- nos han descubierto mis caballeros, deben deshacerse de sus collares de rubí o irán a buscarlos y los matarán. Mi esposo se enteró de nuestra orden y a puesto precio a sus cabezas. Pero antes de separarnos quiero pedirles una última cosa- dicho esto descubrió el bulto que llevaba en brazos y mostró a un bebe.


Era un pequeño de cabellos rubios y piel blanca, quien aún dormido se parecía muchísimo al temido monarca. Pero aún en sus rasgos infantiles, se notaba la dulzura de los gestos de la reina y cuando abrió sus grandes ojos azules, fue aún más parecido a su madre.


-Este es mi hijo, Hydron, y quiero que me juren, por su espada y por su vida, como me juraron en aquella cueva, que lo protegerán. Que cuidarán de mi niño desde donde puedan y que cuando llegue el momento lo ayudarán a ser un mejor rey que su padre- rogó Irina con lágrimas rodando por sus pálidas mejillas.


Uno a uno, los caballeros se arrodillaron frente a la reina y su hijo y juraron. Algunos con determinación, otros con lágrimas en los ojos, pero los 10 caballeros de la reina juraron proteger al príncipe con sus vidas. Una vez hecho esto, se despidieron de la reina besando su mano, no sabían que pasaría en el futuro, pero intuían que no volverían a verla.


Al final, solo quedaron Irina y Eric. Él fue incapaz de arrodillarse a jurar lealtad y en su lugar beso a Irina en los labios. Ella correspondió a su beso, que fue largo y cuando se separaron, él le puso una mano en la mejilla.


-Vayámonos de aquí mi flor- le pidió Eric con lágrimas en los ojos- hay que irnos lejos y empezar de nuevo, solos tu y yo y tu pequeño Hydron- añadió con una sonrisa.


-No puedo amor- dijo Irina llorando también- si me llevo al niño, Zenon no dejará de buscarnos y no puedo abandonar a mi hijo. El me encerró en el Palacio, por eso tarde tanto en buscarlos y no sé qué hará conmigo. Pero no puedo abandonar a mi hijo- insistió rota de dolor.


-Nunca te pediría que lo hicieras mi flor- respondió Eric secando sus lágrimas- y te juro por mi amor por ti que no lo abandonare. Velaré por el como si fuera mío y cuando llegue el momento será un gran rey, como tú eres una gran reina. Te amo y nunca dejaré de hacerlo- dicho esto la abrazo con fuerza junto con el niño y se quedaron así un momento, hasta que oyeron un ruido afuera y debieron separarse.


Hydron no recordaría al hombre que amo a su madre más que a su propia vida, pero él no olvidaría la promesa que le hizo y muchos años más tarde no solo la cumpliría, sino que contaría al joven rey, la historia de su valiente madre: Irina la del pueblo.


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